Gonzalo Palomo
Llevamos un par de años leyendo sobre la futura Política Agraria Comunitaria (PAC) y desde hace unos meses ya oyendo en la calle a raíz de los primeros acuerdos en el laberinto burocrático de Unión Europea (UE)-estados miembros (EEMM). La PAC es vista desde la ciudad como un gasto ingente (llegó a consumir el 75% del presupuesto total de la Comunidad Económica Europea hace más de 30 años) o como una condena-salvavidas (así de paradójico) en los pueblos. Aunque han pasado casi veinte años desde nuestra última incursión pública sobre el tema (Palomo, 2002) poco se han movido las fichas del tablero global. Fruto de la presión de los países agroexportadores, la mayor interrelación de mercados alimentarios y el control de la cadena alimentaria por unas pocas empresas de insumos y de distribución ya no interesa incentivar la productividad del agro europeo como en la segunda mitad del siglo XX. A finales del siglo pasado comenzó el viraje desde ayudas de mercado a aquellas de producción: primero vinculadas a la productividad y ahora casi totalmente desacopladas así como el desarrollo rural. En cualquier caso la razón de ser de estos subsidios es compensar la pérdida de renta paulatina de los profesionales del sector agrario fruto de la contención de precios en origen como condición previa al incremento de la población urbana precarizada.
Figura 1. Evolución del presupuesto de la PAC (1980-2020) en miles de millones de euros. Se observa el incremento de los pagos desacoplados y la paulatina desaparición de las políticas de mercados (exportaciones, almacenaje…).
Para los nuevos en la materia, los dineros de la PAC se dividen entres dos grandes fondos. Al primer pilar van las ayudas directas (y este año los ecoesquemas, luego volvermos sobre esto) y recibe el nombre de FEAGA. Las ayudas de desarrollo rural y las agroambientales o segundo pilar están dotadas a través de los fondos FEADER (de aquí salen, por ejemplo, los grupos de acción local o CEDER de muchas comarcas). Pues bien, el primer fondo va perdiendo peso frente al segundo con un cambio muy relevante en el periodo PAC que estamos concluyendo (2014-2020 con prórrogas habituales) pues el pago básico del primer pilar pasó a ser por superficie en lugar de animales o unidad de producción. Además no toda la superficie era elegible para cobrar ayudas y se crearon una serie de regiones agrarias para hacer converger los pagos pues vienen de unos históricos de hace ahora 20 años. Es decir no basta con tener superficie en explotación sino unos derechos de pago, que en realidad deberían de llamarse bonus, acciones o similar pues se puede hacer compraventa de ellos habiendo un mercado normalizado de los mismos. En el siguiente periodo (2021-2027), como era de esperar, se avanza en esa línea: se van a reducir más las regiones agrarias, una parte sustancial (cuarta parte) de esos pagos ligados a la producción estará determinada por ciertos objetivos de sostenibilidad (ecoesquemas) y se habla de desaparición de los derechos históricos.
La PAC se ha convertido en ejemplo perfecto de la fábula del rey Midas: lo que toca lo convierte en oro pero con efectos imprevisibles. En las regiones de secano donde la PAC llega a suponer la mitad de los ingresos de una explotación ganadera (vacuno) es un incentivo a la capitalización del agro (más maquinaria, menos jornales), concentración de tierras y reducción de la biodiversidad: por ejemplo más vacas en detrimento de ovino y caprino (especies ganaderas que requieren más trabajo). Ha creado una cultura del campo supeditada a las decisiones tomadas despachos cercanos a centros de poder; con un funcionamiento de arriba a abajo (Bruselas, Madrid, Mérida; en el caso extremeño) y una distancia cada vez mayor entre las políticas agrarias y las personas y profesionales que las sufren, que en definitiva somos todos en tanto en cuanto de ellas depende la alimentación.
Los ecoesquemas
Para el nuevo periodo PAC la UE ha establecido una serie de objetivos específicos relacionados con el medio ambiente (y lucha contra el cambio climático específicamente) a los que habrán de dar respuesta los EEMM con sus respectivos planes estratégicos donde se formulan los ecoesquemas. Se trata de pagos compensatorios pues se asume que la asunción de las medidas estipuladas para alcanzar esos objetivos van a redundar en una pérdida de rentabilidad de las explotaciones agropecuarias (mal precedente de partida). Estos ecoesquemas sustituyen el greening o verdeo que se implantó en el anterior periodo PAC y que suponía un 30% del pago básico de aquellas explotaciones que pudiesen acreditar la ejecución de ciertas prácticas.
Según el borrador que maneja el Ministerio de Agricultura, Pesa y Alimentación (MAPA) [2] y publicado en julio de este año serían nueve prácticas divididas en siete principales y dos complementarias (cada titular se podrá acoger sólo uno de cada tipo). Los primeros supondrán unos 1.000 millones de presupuesto anual mientras que los segundos la décima parte.
Figura 2. Diferentes buenas prácticas agrupadas por tipo de ecoesquema y según elegibilidad en función de contexto agronómico.Fuente: MAPA, 2021-
No cualquier práctica será elegible para cualquier tipo de explotación. Éstas se han categorizado en nueve clases distintas atendiendo a criterios agrofísicos y climáticos (Figura 2):
Pastos húmedos.
Pastos mediterráneos.
Tierras de cultivo de secano húmedas (cornisa cantábrica).
Tierras de cultivo de secano.
Tierras de regadío.
Cultivos permanentes en pendiente mayor o igual del 10%.
Cultivos permanentes en pendiente entre el 5% y menor del 10%.
Cultivos permanentes en pendiente menor del 5%.
Por ejemplo la buena práctica secundaria o complementario pastoreo racional sólo es elegible en pastos mediterráneos y no en los húmedos. El MAPA ha publicado ya en el borrador citado una ficha por cada práctica en la que detalla en qué consiste y requisitos. Vamos a centrarnos en las que afectan más directamente a la ganadería del suroeste, contexto de la dehesa:
Práctica 1. Pastoreo extensivo.
El objetivo es aumentar la capacidad de sumidero de carbono del suelo, cultivos leñosos y sistemas forestales. Abarca todas las especies de ganadería susceptibles de ser pastoreadas (incluido el porcino en extensivo). Se exige un mínimo de 120 días de pastoreo al año y con unas cargas ganaderas entre 0,2 y 1,2 UGM/ha para el contexto seco y hasta 2 UGM/ha en los pastos húmedos del Norte peninsular. El pago estimado por esta práctica en 2027 sería de 57 euros/ha elegible para pastos húmedos y 37 euros en los mediterráneos.
Práctica 2. Siega sostenible y mantenimiento de márgenes sin segar.
En este caso no son elegibles las explotaciones de porcino. Se exige dejar sin segar al menos un 10% de la superficie de pastos de siega declarados a nivel de explotación (no de parcela). A partir del 30 agosto se podrán pastorear estas superficies no segadas. También se establece que la siega se produzca durante la estación vegetativa principal posteriormente a la floración, se valora más positivamente el henificado que el ensilado y en caso de realizarse esta última técnica de conservación se habrá de contar con un plan de residuos para los plásticos utilizados de acuerdo a la normativa en vigor. Se estima un pago de 60 euros/ha en pastos húmedos y 39 euros/ha en pastos mediterráneos en 2027.
Por último cualquiera de las dos prácticas complementarias serían elegibles en ganadería: la gestión sostenible de insumos o el pastoreo racional, en ambos casos consideradas estrategias propias de la agricultura de precisión. Aún no están estimados los pagos correspondientes a ambas prácticas.
Práctica 8. Gestión sostenible de insumos.
Se trata de una medida para tierras de cultivo o pastos fertilizados y/o tratados. Se habrá de realizar un plan de abonado que incluya necesidades del suelo, productos, dosis, momento y modo de aplicación… En todo caso con asesoramiento técnico. El cuaderno de explotación deberá ser electrónico.
Práctica 9. Pastoreo racional mediante la rotación de superficies y de especies aplicando nuevas tecnologías.
Únicamente son elegibles explotaciones de ganadería extensiva y de pastos mediterráneos (4,5 millones de hectáreas). Se deberá contar con un plan de rotación de los animales por la finca de modo que el pastoreo se realice en el momento óptimo para mejorar la productividad del pasto y el ganado con descansos adecuados de las plantas lo cual además redundará en un aumento de la fijación de carbono en el suelo. Este plan puede ir complementado o ser sustituido por la rotación de especies ganaderas. Por ejemplo, pastoreo inicial con vacuno y posteriormente con ovino. Se exigirá (y ahora viene lo polémico): libro electrónico, geolocalización (al menos 30% de animales) y monitorización del pasto mediante interpretación de imagen satelital.
En resumen
Continuamos con el desacople de las ayudas a la producción y con un discurso cada vez más verde que no satisface ni al sector ni a la sociedad civil vía entidades ecologistas o conservacionistas (ver campaña Por Otra PAC, por ejemplo). El resultado final para el ganadero será un pago menor del que venía percibiendo con un nulo acompañamiento directo por parte de la administración en la interpretación y aplicación de las medidas propuestas mientras que al otro lado (la sociedad) se seguirá desconociendo el alcance real de las prácticas ganaderas si bien es cierto que en este caso hay intención de obtener resultados concretos con los ecoesquemas planteados. Recomendamos encarecidamente que se siga con atención los avances que vaya al respecto pues va a suponer cambios sustanciales con afección a la rentabilidad especialmente en modelos de explotación muy PAC-dependientes como sería el caso de vacuno, ovino y caprino de carne.
[1]Palomo Guijarro, G. (2002). “Globalización Capitalista, Política Agraria Comunitaria y Clase Obrera”. lahaine.org.
[2] Propuesta provisional de ecoesquemas en el marco de la arquitectura medioambiental de la PEPAC (julio 2021). Secretaría General de Agricultura y Alimentación. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 39 pp.
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